Mi madre me decía que soy muy listo pero la vida se ha encargado de demostrarme lo contrario, Los amigos me animaron a creer que la naturaleza me había dotado de una robusta intuición, una especie de sexto sentido para percibir el contexto social, interpretarlo y hasta predecir las reacciones colectivas ante los estímulos que les afecten, sin embargo la realidad implacable me demuestra que no doy una en el clavo. Cuando supe que la imagen del Nazareno se mostraría ante el pueblo, de día y con sol, despojada de sus añadidos deciochescos, tal como la contemplaron nuestro bisabuelos, por primera vez desde hace un par de siglos, mi robusta intuición me dijo que el pueblo no lo entendería, que no reconocería al “Rey de Priego” sin túnica ni pelo natural y que interpretaría como una ofensa el exponerlo “desnudo” ante las gentes. Mi robusta intuición ha quedado nuevamente en ridículo porque la reacción de los prieguenses ha sido totalmente opuesta a estas predicciones.

La calidad artística de cualquier obra plástica, dentro de una premisa de corrección técnica y buen oficio de su autor, crece en paralelo a su capacidad para causar emociones, provocar sentimientos y despertar el “alma dormida” de quien la contempla; y no hay que ser especialista en arte para emocionarse, sentir o tomar conciencia de nuestra trascendencia espiritual como seres humanos ante la excelencia del arte cuando se esculpe con letra mayúscula. Y eso es lo que ocurrió exactamente en Priego y a los prieguenses el otro día, cuando contemplaron a Jesús con los mismos ojos con que lo miraron sus antepasados. Porque no solo descubrieron el tesoro artístico que esconde la túnica morada de Viernes Santo, también descubrieron que esa sinfonía espléndida de escalfados y policromías incluye la mirada. Esa mirada de Jesús que representa sin duda en nuestros corazones al Hijo de Dios hecho hombre.

Por todo esto, el traslado de la imagen de Jesús a su templo franciscano en la tarde soleada del pasado domingo fue mucho mas que un traslado, fue una decisión valiente y arriesgada de la Junta de Gobierno que sirvió entre otras muchas cosas para demostrar una vez más que los prieguenses, como colectivo social, tienen la madurez, sensibilidad y buen gusto artístico como para asumir, aprobar y comprender que nuestro señor Nazareno no necesita revestirse para ser el Rey del Cielo y de la Tierra de Priego.

…Y naturalmente, como siempre, Jesús estuvo en todo momento acompañado por miles de personas que emocionadas lo vieron como lo vio hace cuatrocientos veinticinco años el señor imaginero alcalaíno don Pablo de Rojas.

José María del Pino Cobo.